Yoga de la Risa : Una terapia al alcance de todos

Contrario a lo que muchos creen, no solo se hace yoga en silencio absoluto. Se puede hacer mientras se exhiben los dientes y se contagia a los de alrededor con carcajada. Yoga de la Risa, se llama. Una forma de liberar el estrés, entregándose a la experiencia de comenzar una carcajada simulada, para volverla espontánea.

Esto es posible porque el cerebro no entiende la diferencia entre las risas reales y las simuladas. Por eso, si una persona hace el ejercicio de dibujar una sonrisa en su rostro y respirar, llegará el momento en que se reirá de forma natural.

Así de facil o compleja es la mente humana. Por el mismo motivo, tampoco distingue las creencias erroneas que las personas tienen sobre sí mismas o los sesgos que encierran la libertad de pensar. Sí, despues de todo, estar bien, mal o regular es una decisión que se toma más allá de las circunstancias.

Bajo los chaguaramos y las plantas de bambu hay un grupo grande de personas que lo saben. Descubren cada domingo por la mañana, a través de la organización Regala Una Sonrisa, que la risa es sanadora.

Con los voluntarios de la ong y su presidente, Francisco Soares, han aprendido que es posible sentirse niños de nuevo. Que no hay pena en hacer como un colibrí alegre y carcajearse mientras se juntan y se miran a los ojos.

Los asistentes nuevos y los frecuentes descubren que El Yoga de la Risa les ayuda de forma gratuita a apagar los problemas de sus casa, los del condominio, los del país… los del mundo. Lo hacen, lo apagan, porque necesitan conectarse con lo que son, con la felicidad, la tristeza y con los sueños, que a veces se silencian por el ruido de afuera.

Tomados de la mano inician sus calentamientos de la risa. Suben los brazos como si quisieran tocar el azul del cielo resplandeciente. Inhalan profundo, y exhalan con una risa mientras bajan vertiginosamente las manos y curvan la mitad del cuerpo, como si quisieran tocar el piso lleno de grama y tierra. Repiten el ejercicio unas tres veces más y comienzan a hacer una danza, cerrando el círculo hasta juntarse y luego apliándolo hasta agrandarlo.

Las personas que van por las caminerias del parque Francisco de Miranda los observan sorprendidos. Como se ven a las especies exóticas que hacen cosas fuera de lo común. Los niños, al contrario, se ríen juguetones como celebrando la espontaneidad de esas personas que no paran de reir.

Se arman dos trenes de personas que se paran uno al lado del otro. Juegan a caminar hacia delante y luego hacia atras. Hacia un lado y hacia el otra. Se hacen cosquillas, comparten sonrisas y se hacen masajes para liberar algunos rastros de tensión que se resisten a irse.

-¿Venezuela tiene que ir hacia dónde? -pregunta Francisco

-¡Hacia adelante!

-¿Hacia dónde? -cuestiona con más fuerza

-¡HACIA DELANTE! -gritan todos.

En ese espacio seguro que entre todos han construido no se habla de política, religión, o cualquier otro tema controversial, solo los mueve la empatía. Los tópicos permitidos son los sentimientos, los sueños y cómo cada uno hace el intento de echar a Venezuela hacia adelante.

Francisco guía los trenes en un semicírculo hasta unas mantas que están ahí a modo de estación. Sobre ellas se paran todos. Posteriormente, se sientan uno detras del otro muy pegados. Estan casi, casi pecho con espalda. Luego, se reclinan hacia atra de a poco hasta que se recuestan uno sobre el otro como una fila de dominós caídos.

Ven al cielo y luego, con las indicaciones de Francisco, cierran los ojos. Se da inicio a la meditación guiada, el penultimo eslabón que compone este puente que los conecta con la paz y los anhelos. Francisco los hace viajar a un lugar donde son felices, con el transporte de sus sueños. Lo frecuente son aviones o carros de lujo. Los más osados se animan a fantasear un poco más y a imaginar que van en unicornios o en un bambú volador.

Una música armónica de fondo ambienta la calma que cada persona busca en el ejercicio. Al llegar a sus lugares felices, Francisco les pide que ahora imaginen estar con las personas que aman: amigos y familiares. Las expresiones en sus caras varían. Algunos sostienen sonrisas pacíficas, otros revelan tristezas contenidas. Lágrimas furtivas salen de los ojos de la mayoría.

Al terminar el ejercicio, el gran grupo de personas se dividen entre los que ríen y los que lloran con tristeza. Estos últimos por lo general imaginaron estar con sus hijos, hermanos, padres que están en otros países.

Se levantan y forman una rueda como al inicio. Comparten sus vivencias con emoción, con lágrimas en los ojos y sonrisas y con agradecimiento a la actividad. «Me gustó mucho este momento que tuve aquí porque me llevó hasta Ecuador donde está mi hijo con sus hijas y su esposa. Hoy por hoy le doy gracias a Dios por tenerme aquí. Me hacía mucha falta esto«, expresa una señora participante.

Otra de las participantes asidua a las sesiones del Yoga de la Risa comparte que estar presente en estas actividades le ha permitido darse cuenta de las posibilidades de ser una mejor persona. «Estoy en ese camino de aprender cómo ser transformada. En mi viaje me fui con mi mariposa porque me identifico con eso. Ahorita estoy en mi capullo y sigo transformandome para ser una mejor persona para mi y mi familia«.

La sesión del Yoga de la Risa culmina con la tarea de que cada miembro del grupo de un abraza, de corazón a corazón a 12 miembros del grupo. Abrazo de dos, abrazo de tres, la euforia se contagia como la risa y se transforma en agradecimiento entre ellos, a la organización y a la vida misma.

Comunicaciones ONG Regala una Sonrisa

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